Dependientes de Jesús

Cuando alguien quiere prender un fuego usa ramas secas, pedazos de madera secos. Éstos pedazos se arrancan de un árbol y después de esperar un tiempo, ya no tienen más vida. Por eso están secos, muertos.

Cualquier rama de un árbol, por más grande o pequeña que sea, no puede llevar vida en sí misma. Depende del árbol, de la savia que sube desde la raíz y recorre todo el tronco, hasta llegar a las ramas más lejanas.

En el capítulo 15 de Juan, Jesús nos dice que Él es el tronco principal, y nosotros como las ramas de una vid, aquel arbusto que produce uvas. Somos sus ramas, o pámpanos. Jesús nos quiere enseñar que debemos permanecer en su amor, para poder amarnos unos a otros. La forma de permanecer en el amor de Jesús, es obedeciendo sus enseñanzas, viviendo como Él vivió.

La manera correcta de vivir una vida cristiana es dependiendo de Jesús. Las ramas no pueden darse vida entre sí, sino que dependen del tronco principal.

Aunque Jesús haya ordenado amarnos unos a otros, es imposible llevar esta tarea adelante si no estamos en comunión con Jesús.

Los pastores, líderes, u otros cristianos, por más buenas intenciones que tengan o aunque nos puedan dar los mejores consejos, no son el tronco que tiene vida. Pueden dirigirnos a la luz, ayudarnos a crecer, direccionarnos a Jesús. Pero no son Jesús.

Nuestra dependencia es, primeramente, de la vida que hay en Jesús. Después, cuando estamos en ese amor, podremos amar de la forma en que Jesús nos pidió, llevar ese fruto. Estar en Él nos da el amor suficiente para amarnos unos a otros.

Basado en el Capítulo 15 del evangelio de Juan.
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