La puerta y el buen pastor

La Iglesia, aunque es una institución divina, no es la puerta a Dios. Cualquier predicador, aunque sea capaz de señalar la puerta a Dios, no es la puerta. Las enseñanzas, aunque hayan sido dadas por Jesús, no son la puerta a Dios. Las buenas obras, aunque hayan sido encomendadas y estén bien, no son la puerta a Dios.

Con una analogía simple Jesús nos muestra cómo debieran ser las cosas para todos aquellos que queremos seguirle. Nos dice que, como sucede con las ovejas, para entrar al redil de Dios es necesario atravesar la puerta. Y que Él mismo es la puerta: Jesús es la puerta.

Para ser hijos de Dios es imprescindible creer en Jesús. No podemos llegar a Dios sin Jesús. Pero una vez dentro del redil, siendo parte del pueblo de Dios, siendo sus hijos, Jesús es nuestro buen pastor: nuestra referencia, nuestro líder, la voz que debemos escuchar y el único a quien debemos seguir. 

El buen pastor es capaz de morir por sus propias ovejas, y Jesús así lo hizo.

Los versículos 17 y 18 del capítulo 10, nos dicen que Él entregó su vida voluntariamente, que nadie le quitó su vida, sino que Jesús se entregó para que podamos tener salvación eterna en su sacrificio.

Y en el versículo 27 Jesús dice que sus ovejas conocen su voz, y le siguen, y que él les dará vida eterna.

No confundas la puerta y a quién tenés que seguir. Solo Jesús puede darte la vida eterna. Nada que puedas hacer, decir o pensar puede darte vida eterna. Nadie puede asegurarte nada en relación a tu salvación eterna. Solo Jesús. Él es la puerta y la guía.

Basado en el Capítulo 10 del evangelio de Juan.
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