Cuando las semillas son plantadas en la tierra, es necesario que mueran para poder convertirse en planta, y así proveer nuevamente semillas. Y serán muchas las semillas que nacen de la nueva planta.
En el capítulo 16 de Juan, Jesús nos dice su muerte es algo bueno, conveniente. Porque es a través de su muerte que podemos recibir al Espíritu de verdad, al Espíritu Santo.
El tiempo en que Jesús se hizo hombre, y habitó entre nosotros, realizó muchos milagros, señales increíbles y predicó el nuevo acceso a Dios Padre a través de su muerte. A horas de morir en la cruz, nos enseña que cuando esto suceda, Dios mismo y su poder podrán habitar en cada uno de nosotros.
Así como la semilla muere y se multiplica en muchas semillas, Jesús moriría y se multiplicaría en todos aquellos que crean en Él.
¿Cómo? Por medio del Espíritu Santo.
Cuando nosotros creemos en Jesús, nuestro espíritu se vuelve a conectar con Dios Padre y el Espíritu Santo comienza a vivir dentro nuestro, guiando nuestra vida, nuestras decisiones, y poniendo a nuestro alcance el poder de Dios, que podemos accionar mediante la fe, la obediencia y la oración.
Jesús murió para multiplicarse en cada uno de nosotros y darnos su vida. Para que el Espíritu Santo nos convenza de la verdad, de la justicia de Dios y de su amor eterno.
Basado en el Capítulo 15 del evangelio de Juan.
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